sábado, 3 de diciembre de 2016

PRÓLOGO DE "LOS ESPEJOS DEL MUNDO"






Reflejos, imágenes, reflexiones, apariencias, espejismos, quimeras, son lo que este mundo configura. Desde las antiguas tradiciones de la india hasta las culturas de Mesoamérica, el hombre ha manifestado su desconfianza ante la percepción del mundo material que se presenta ante nosotros mediante nuestros sentidos físicos. Pero también grandes místicos y pensadores como Teilhard de Chardin han celebrado la existencia de la materia cantándole himnos, pues si bien este mundo es sólo un conjunto de sueños y reflejos construidos, en el reflejo también hay manifestación y revelación.
En nuestra apertura existencial a la realidad se revela el misterio de lo inefable, que por su naturaleza, no tenemos otra posibilidad que expresarlo de manera refleja. Así, cada cultura tiene sus imágenes y formas de expresión propias que tratan de trasmitir esa experiencia de lo sublime.
Manuel Marín Oconitrillo, en esta serie de narraciones nos sitúa frente al laberinto de imágenes y signos, que en diferentes culturas de Latinoamérica siguen vivos en el inconsciente colectivo de pueblos o comunidades, como ante un espejo que refleja nuestros ángeles, nuestros demonios, y al mismo tiempo nos esconde (revelándolo) nuestro ser más íntimo y profundo.
Con la palabra mitología hacemos referencia a la sistematización en historias, imágenes y símbolos de la experiencia primigenia del mundo que hombres y pueblos han vivido y que subyace como fundamento de la cosmovisión, de la forma de nombrar el mundo (el idioma) y de los sistemas de creencias que conforman las culturas. Así pues, las mitologías de las antiguas culturas como la mapuche, inca, guaraní, nahua, maya o chibcha,  sobreviven aún en el imaginario de los pueblos latinoamericanos, mezcladas, superpuestas y traslapadas con las mitologías egipcias, griegas y judeo-cristianas traídas por los europeos al continente, que ellos mismos luego llamarían América, pero que ya desde mucho antes poseía otros nombres. Marín Oconitrillo se deja caer en este maremagnum cultural y de una manera simple y elegante nos muestra que detrás de todos los símbolos, imágenes e historias se encuentra un núcleo subyacente y común, pero que siempre se refleja o manifiesta en formas diversas, enseñándonos con ello a percibir, ¡atención!, no la uniformidad ni el pensamiento único, sino la unidad en la diversidad.


Ignacio Olivarec Escamilla




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